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miércoles, 16 de febrero de 2011

LOS ORIGENES DEL PUEBLO TIBETANO


Hubo una vez un mono mágico, que vivía muy alto en una bonita cueva del monte Kongpori, un pico sagrado en el valle del Yarlung en la región central del Tíbet. Como este mono había visitado el elevado mundo de los budas y había contactado con Chenrezig, un futuro buda muy compasivo, pasaba el tiempo meditando, mejorando sus habilidades compasivas, pacificas y de amor y amabilidad.
Un día, su sublime práctica fue interrumpida por una diablesa srinmo de piedra, a quien invadió de lujuria al haber al radiante mono.
No obstante, el mono se había entregado a la meditación hasta alcanzar l iluminación y no se sintió atraída por la diablesa srinmo de piedra. Ella amenazo con casarse con un violento diablo de piedra y procrear una gran progenie destructiva, que acabarían con muchas vidas humanas si el mono no accedía a sus deseos y la tomaba como esposa.
El mono se vio atrapado. Sabía que podía evitar la gran destrucción, aunque le costaría su devoción. Por su compasión se unió a la diablesa srinmo de piedra y ella le dio seis monos de cara roja. Su padre los llevo a un frondoso bosque lleno de árboles cargados de frutas para que pudieran comer bien y crecer felices. Pero, poco después, ya no quedaban comida y los pequeños tuvieron hambre.
Arrobado de compasión por su difícil situación, el mono recurrió a Chenrezig, quien intervino produciendo grano, cebada, arroz y trigo sarraceno. Cuando los niños monos asociaron su apetito, su pelo y cola amenguaron, aprendieron a hablar y se hicieron humanos. Las seis tribus originales del pueblo tibetano descienden de estos niños.
En realidad, este es el motivo por el cual los tibetanos son tan espirituales y compasivos, unos rasgos que han federado de sus antepasados mono, emanación de Chenrezig, y también de que son fuertes y valientes como la diablesa srinmo, emanación de Tara, la protectora budista del Tíbet.

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