Un día, su sublime práctica fue interrumpida por una diablesa srinmo de piedra, a quien invadió de lujuria al haber al radiante mono.
No obstante, el mono se había entregado a la meditación hasta alcanzar l iluminación y no se sintió atraída por la diablesa srinmo de piedra. Ella amenazo con casarse con un violento diablo de piedra y procrear una gran progenie destructiva, que acabarían con muchas vidas humanas si el mono no accedía a sus deseos y la tomaba como esposa.
El mono se vio atrapado. Sabía que podía evitar la gran destrucción, aunque le costaría su devoción. Por su compasión se unió a la diablesa srinmo de piedra y ella le dio seis monos de cara roja. Su padre los llevo a un frondoso bosque lleno de árboles cargados de frutas para que pudieran comer bien y crecer felices. Pero, poco después, ya no quedaban comida y los pequeños tuvieron hambre.
Arrobado de compasión por su difícil situación, el mono recurrió a Chenrezig, quien intervino produciendo grano, cebada, arroz y trigo sarraceno. Cuando los niños monos asociaron su apetito, su pelo y cola amenguaron, aprendieron a hablar y se hicieron humanos. Las seis tribus originales del pueblo tibetano descienden de estos niños.
En realidad, este es el motivo por el cual los tibetanos son tan espirituales y compasivos, unos rasgos que han federado de sus antepasados mono, emanación de Chenrezig, y también de que son fuertes y valientes como la diablesa srinmo, emanación de Tara, la protectora budista del Tíbet.
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