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miércoles, 16 de febrero de 2011

LA BÚSQUEDA DE LA INMORTALIDAD


El guerrero más poderoso del mundo, que incluso había desafiado al cielo y a los dioses con la fuerza de su brazo y el poder de su voluntad, no pudo superar la pena del duelo. Gilgamesh partió solo en su aventura final. Como Istar, podía gobernar el mundo, pero no su corazón, y estaba destinado a viajar por los infiernos con la esperanza de revivir a su amigo muerto, su mitad mortal.
Gilgamesh, enlutado, recorre el mundo en busca de Utnapishtim, “el lejano”. Solo eso hombre y su esposa, entre toda la humanidad, estaban bendecidos por los dioses con la vida eterna. Gilgamesh atraviesa la montaña del sol naciente, en cierto modo igual que el dios egipcio Re en su viaje al inframundo, y llega al jardín de los dioses. Allí convence a Urshanabi, barquero de los muertos, para que lo lleve asta Utnapishtim.
Gigalmesh le suplica que le diga como conseguir la vida inmortal. Utnapishtim responde con la severa contestación de que nada es permanente, que todo lo que vive ha de morir. Gilgamesh no acepta esa respuesta y exige saber como logro Utnapishtim la inmortalidad. El sabio anciano responde con la historia del gran diluvio, que tiene un parecido asombroso con el posterior relato bíblico Noe y el diluvio, incluida el arca.
El cuento se desarrolla así: el ruido constante de las multitudes humanas molestaban a los dioses, y Enlil decide inundar toda la tierra para silenciarlo. Ea “Enki”, advierte en secreto a un humano, Utnapishtim, y le dice que construya un arca, de que la llene de ganado, bienes, familia y artesanos, y que luego la selle y escape con ella del diluvio. Seis días y seis noches duro la tormenta, pero el séptimo día amaneció despejado. Utnapishtim soltó entonces una paloma, pero el ave no encontró tierra firme y regreso. Por fin, un cuervo salio volando y no volvió, y las gentes, las plantas y los animales del arca salieron para iniciar la reconstrucción. Los dioses enfurecieron, hasta que Ea les recordó lo mucho que necesitaban a sus esclavos humanos. Utnapishtim y su esposa recibieron la inmortalidad y se les permitió vivir en el jardín del sol con la promesa de que los dioses jamás volverían a destruir la raza humana. Utnapishtim no dio a Gilgamesh el secreto de la inmortalidad, ya que solo los dioses podían conocerlo. Lo que si le dio fue una planta para resucitar a Enkidu, pero, mientras Gilgamesh estaba dormido, se la robo una serpiente. Gilgamesh había fracasado y pasa sus últimos días en las afueras de las murallas de su ciudad, lamentando la tragedia de la vida y la muerte. A su fallecimiento todos lo lloraron.

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